Viaje en avión con un Toddler: Lidiando con la Presión Interna, ¿Somos Justas con Nosotras Mismas?

Viajar en avión con un toddler es, como yo lo veo, uno de los detonantes de ansiedad más importantes en tiempos modernos. El hecho de tener expectativas altísimas sobre el comportamiento de un pequeño cuyo neurodesarrollo apenas está en proceso es, honestamente, un reto casi sobrehumano. Y aquí estoy, confesando que ha sido una de las experiencias más ansiosas que he vivido. Son tantas cosas que mantener bajo control...

Cómo distraerlo para que no patee la silla de la persona de adelante. Ya me imagino la cara del pasajero, recibiendo esos patadones dignos de una estrella del fútbol. Luego, está el reto de evitar que llore descontroladamente, porque claro, no queremos perturbar la tranquilidad ajena (y porque, seamos sinceras, el llanto nos pone los nervios de punta a nosotras también). Además, intentamos que hable en voz baja, como si tuviéramos una perillita para ajustar el volumen... spoiler alert: no funciona así.

Por si eso fuera poco, está el dilema del pañal. Si está en la transición de dejarlo, oras para que haga piz en el pañal y que no genere confusión cuando no lo tiene. Y luego está la odisea de intentar que permanezca en su asiento durante todo el viaje. Claro, ¡como si fuera fácil pedirle a un pequeño explorador que se quede quieto cuando hay tantas cosas fascinantes por descubrir! Aunque tengo que decir que, por fortuna, mi vuelo fue corto, el verdadero "reto" es lograr todo lo anterior sin pantallas. Exacto, sin pantallas... porque, ¿quién necesita paz mental en un avión, verdad? 🙄

Y así estamos nosotras, malabareando todas estas expectativas como si fuéramos parte de un circo, mientras sentimos la presión de no molestar a nadie, de ser la madre perfecta, de tener todo bajo control. Porque claro, ¿quién no ama la idea de ser un superhéroe con cero horas de sueño? Pero, ¿es eso justo? La realidad es que viajar con un toddler es, en parte, un ejercicio de soltar el control y aceptar que no todo va a ser perfecto. A veces va a haber pataditas (sí, siento mucho si fuiste la persona del asiento de enfrente), a veces va a haber llanto, y, ¿sabes qué? Está bien. No estamos aquí para ganar una medalla de oro en “El Vuelo Más Silencioso”. Lo importante es recordar que estamos haciendo lo mejor que podemos... y considerando que no hemos saltado del avión, eso ya es más que suficiente.

No es solo el reto logístico de mantener a un pequeño entretenido durante un vuelo, sino también la presión interna que muchas veces nos imponemos. Queremos ser las madres perfectas, esas que mantienen la calma cuando el toddler decide que el suelo del avión es más interesante que su asiento, capaces de anticipar cada necesidad como si tuviéramos poderes psíquicos, y siempre pacientes e inquebrantables, incluso cuando el vuelo se siente más como una prueba de resistencia que como unas vacaciones. Pero, ¿somos justas con nosotras mismas al poner esas expectativas tan altas? Spoiler: no lo somos. Tal vez, en lugar de intentar ser la madre zen que todo lo puede, deberíamos darnos un respiro y aceptar que algunas veces, la mejor estrategia es sobrevivir con dignidad... y un paquete de galletas.

La sociedad, y nosotras mismas, a menudo nos dictan cómo deberíamos actuar. Que nuestros hijos deberían estar tranquilos, que deberíamos ser capaces de mantener todo bajo control, y que no deberíamos molestar a nadie en el proceso. Aún antes de subir al avión, podemos sentir la carga invisible de estas expectativas. Las miradas que recibimos cuando llegamos a la puerta de embarque, los suspiros de los otros pasajeros al ver que llevamos a un pequeño con nosotros… Es fácil sentir que todos están esperando lo peor, y eso nos pone una enorme presión.

Es importante recordar que viajar con un toddler no siempre será perfecto, y eso está bien. Habrá momentos en los que tu hijo llore, se sienta inquieto, o se frustre, y está en su derecho, estoy segura que lo sabes. Viajar puede ser difícil para los adultos, ¿cómo no lo será para un pequeño que aún está aprendiendo a regular sus emociones y a entender el mundo? En lugar de castigarnos por no ser capaces de evitar cada situación desafiante, podemos empezar a tratarnos con más compasión y empatía.

Nos ponemos tanta presión porque queremos evitar cualquier situación que pueda generar incomodidad en los demás. Pero, ¿somos justas con nosotras mismas cuando pretendemos que todo sea siempre perfecto? La realidad es que los vuelos con niños son parte de la experiencia de viajar, y muchas veces no podemos controlar cada detalle. Podemos prepararnos lo mejor posible: llevar juguetes, snacks, tarjetas interactivas, cuentos... Pero eso no garantiza un vuelo sin problemas, y eso no nos hace malas madres.

La clave para lidiar con esta presión es permitirnos ser humanas y bajar las expectativas. En lugar de enfocarnos en las miradas de desaprobación, podríamos centrarnos en las sonrisas comprensivas que también podemos recibir. Y sobre todo, podemos recordar que estamos haciendo lo mejor posible en una situación difícil. Podemos aprender a soltar esas expectativas poco realistas y ser más amables con nosotras mismas.

Entonces, ¿cómo podemos ser más justas con nosotras mismas en estas situaciones? Quizás el primer paso sea aceptar que no todo tiene que ser perfecto y que, al final del día, lo que nuestros hijos necesitan no es una madre perfecta, sino una madre que se ame y se trate con bondad, especialmente en los momentos difíciles.

Porque, seamos realistas, las cosas no siempre van a salir como lo hemos planeado. Habrá pataletas públicas, juguetes voladores, y momentos en los que simplemente desearías poder desaparecer (o al menos cambiarte de asiento). Y en esos momentos, es cuando más necesitamos autocompasión. Necesitamos recordar que estamos haciendo lo mejor que podemos, incluso cuando lo mejor no parece suficiente. Al final, ser una buena madre no se trata de lograrlo todo a la perfección; se trata de ser humana, de mostrarles a nuestros pequeños cómo ser resilientes, cómo reírse de los imprevistos, y cómo amarnos a nosotras mismas incluso cuando el caos se apodera del vuelo.

Chao chicas, hasta el próximo blog. Nuestra aventura apenas empieza…

Anterior
Anterior

¿Miedo al parto? Elegí cesárea y fue la mejor decisión

Siguiente
Siguiente

Más Allá del Parto: Reflexiones Sobre la Salud Mental Perinatal con Marcela Gutierrez